19 JUN 2015 – 7:53 PM
Las Farc no firmaron la paz cuando enfrentaron a un gobierno fuerte ni cuando tuvieron uno débil y acorralado como interlocutor.
No aprovecharon su momento de superioridad para lograr un acuerdo que los favoreciera y tampoco aceptaron un sometimiento por cuenta de su debilidad política y militar. A las Farc parece no servirles ningún tipo de proceso: No les gustó el Caguán y sus 42 mil kilómetros, ni Caracas, ni Tlaxcala ni parecen sentirse cómodos tampoco con los mojitos de La Habana. A la guerrilla nunca le alcanza el tiempo para culminar un proceso de negociación y siempre tienen a la mano el argumento de que 50 años de conflicto no se resuelven en apenas unos meses de conversaciones. Las Farc no firmaron la paz cuando todos sus crímenes eran indultables y amnistiables y podrían haber entrado al Congreso, apenas cambiándose el camuflado por un saco y una corbata. Y parece que tampoco lo firmarán ahora, cuando la justicia transicional permite perdonar la base combatiente y condenar solamente a los máximos responsables, incluso a penas mínimas por fuera de establecimiento carcelario.
Por las mesas de negociación han pasado presidentes, negociadores, comisionados de paz, liberales y conservadores, gentes de izquierda, de centro y de derecha. Llegará el papa Francisco y se repetirá la historia. Y es que la voluntad de paz de las Farc no es cuestión de Dios sino del Diablo y por eso les darán la misma medicina que han tomado todos los mediadores anteriores.