NICOLÁS URIBE RUEDA 27 FEB 2015 – 11:00 PM
En Colombia hoy el número de conexiones a internet fijo y móvil a nivel nacional puede superar los 11 millones de suscriptores. Un número sin duda importante que permite a las personas acceder a enormes posibilidades económicas, sociales y culturales. Con ello, una cuarta parte de la población de nuestro país queda además habilitada para participar de la creciente tendencia global del consumo colaborativo, una nueva modalidad para “compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar bienes y servicios” en el marco de las posibilidades que brindan la tecnología y las plataformas virtuales que crean redes sociales de intercambio.
Esto, que en esencia no parece nada nuevo, sin embargo está revolucionando la economía y planteando retos regulatorios y políticos de importantes dimensiones. Conceptualmente, el debate también es relevante, en tanto que permite reflexiones sobre la acumulación de bienes, la necesidad de reducir las implicaciones ambientales del desarrollo y la posibilidad de crear alternativas de ingresos a personas que oferten bienes que conservan con alto grado de inutilización. En Colombia debe haber decenas, pero en el mundo ya son miles las plataformas que facilitan el intercambio y uso colaborativo de bienes y servicios. Lo cierto es que hoy hay esquemas para que aquellos con jardín puedan compartirlo con quien necesita sembrar hortalizas, para dejar el perro en vacaciones, para alquilar un garaje o compartir un carro, para intercambiar libros, videos, ropa y juguetes de niños en desuso. Las aplicaciones disponibles hoy permiten arrendar una habitación residencial (más de 650.000 camas disponibles en 34.000 ciudades de 192 países sólo en la aplicación Airbnb), alquilar un taladro (que poca gente usa más de una hora a lo largo de toda la vida) y por supuesto también para movilizarse gracias al carsharing. Hay aplicaciones que permiten acceso al financiamiento entre vecinos y hasta páginas que ponen en contacto proyectos con inversionistas de capital semilla sin pasar por el sistema financiero.